¿El flúor daña el neurodesarrollo infantil,
pudiendo dejar a los niños algo tonticos?
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Hasta ahora, el vínculo científico entre la exposición al
flúor con propósitos profilácticos y la neurotoxicidad, en el ámbito de los
profesionales de la salud pública española, simplemente no se concibe. Las publicaciones
de internet que vienen refiriendo esta asociación, en todo caso, son utilizadas
como un argumento útil para demostrar el nivel de influencia que puede llegar a
alcanzar internet en los espíritus simples, crédulos, con pobre formación y,
sobre todo, falta de criterio.
Ahora, la revista "Lancet" viene de realizar una
publicación con la que también se suma a aquellos que venían señalando la
neurotoxicidad del flúor, y su papel lesivo sobre el neurodesarrollo y la
conducta de los niños. Como los autores esta vez pertenecen a la prestigiosa
universidad de Harvard, esperemos que en esta ocasión el señalamiento no caiga en
saco roto.
Ya una revisión previa, metanálisis, realizada sobre una
serie grande de estudios científicos por investigadores de la universidad de
Harvard también, demostró sin ningún género de dudas que la ingesta de flúor
puede dañar el cerebro y como consecuencia disminuir el cociente intelectual en
los niños.
Según esta revisión, el flúor ocasiona una desviación
estándar de 0´45, lo que en consonancia con las puntuaciones al uso para medir
el coeficiente intelectual, con una media de 100 y una desviación estándar de
15, equivale a decir que el flúor
ocasiona una pérdida de 6,75 puntos en el coeficiente intelectual de los
niños.
Recientes estudios científicos han declarado que “los
resultados obtenidos apoyan la posibilidad de efectos adversos ocasionados por
la exposición a fluoruros en el desarrollo neurológico de los niños.”
Los autores del metanálisis explican que el flúor ataca
realmente al cerebro en los niños no nacidos, al desencadenar en esencia un
ataque directo sobre su desarrollo neurológico: “El flúor atraviesa fácilmente
la placenta. La exposición al flúor durante el desarrollo del cerebro, que es
mucho más sensible a las lesiones causadas por sustancias tóxicas que en el
cerebro maduro, puede ocasionar daños de carácter permanente”.
Este estudio es todo un campanazo que debería de hacer
temblar los cimientos de la dulce complacencia narcisista en la que viven
sumidos los funcionarios de los servicios y agencias de Salud Publica en
España.
Alegarán que las únicas fuentes significativas de flúor en
los niños proceden de cepillarse los dientes y las encías a diario y en
profundidad con una pasta dentífrica fluorada después de cada comida, así como
del procedente del que reciben por medio del Programa de Salud Bucodental, que
se realiza en los niños de entre 6 y 12 años, en los colegios una vez a la
semana. En ambos casos, el flúor se limitará a entrar en contacto con las
estructuras externas de la cavidad bucal, en particular con los dientes donde
actúa de forma tópica, y luego se expulsa, enjuagándose la boca. Por ello la
concentración de flúor ingerida es como mínimo despreciable.
¿Pero es esto verdad? Definitivamente no. El flúor se está
administrando de forma sistémica a la población española. Un ejemplo para ello es
mediante el empleo de la sal de mesa.
¿Qué indicación médica o sanitaria tiene el flúor empleado
por vía oral, de forma interna, o lo que es decir, sistémica? ¡Ninguna!
Jamás se ha vinculado una enfermedad a la deficiencia de
flúor. Jamás se ha logrado demostrar que se requiere fluoruros para mantener
una dentadura libre de caries. No hay ninguna función vital que haya demostrado
requerir consumo de flúor. Por el contrario, hay extensa evidencia de que el
flúor puede interferir con numerosas funciones vitales.
La habilidad para controlar la dosis según pauta y
posología, de cualquier medicamento, en cada paciente y forma individualizada,
es fundamental en el ejercicio de la medicina. Sin embargo, no existe ningún
plan de medición, ni hay ningún registro de los niveles de flúor en orina,
sangre, huesos, cabello, o uñas de la población. Tampoco hay grupos de salud
pública dedicados a controlar los niveles de flúor en la población sensible:
niños, ancianos, enfermos.
Señalar que el nivel de flúor en la leche materna es
considerablemente bajo (0.004 ppm). Por ello, una simple reflexión nos permite
considerar que la naturaleza ha establecido una restricción en la concentración
de flúor de la leche materna, permitiendo la independencia del bebé tanto de la
cantidad de flúor que ingiere la madre como de la concentración de flúor en el
plasma materno, evitando así la toxicidad que ocasiona. ¿Entonces, de donde se
extraen los criterios científicos necesarios para plantear que el flúor es bueno
para la salud de los niños?
También hay que precisar que el contenido de flúor que se
transfiere al infante durante el amamantamiento es mucho menor que el que se
halla presente tanto en la leche de vaca como en las fórmulas comerciales para
lactantes, empleadas de forma rutinaria como sustitutos de la lactación
materna.
Las concentraciones de flúor en las fórmulas de leche para
lactantes que se encuentran disponibles en el mercado oscilan entre 1,95 ppm y
7,45 ppm, mientras que el flúor de las muestras de leche de vaca es de 0,12
ppm. En ambos casos los valores son claramente superiores a los que la
naturaleza ha dispuesto en la leche materna con objeto de nutrir adecuadamente
a los niños.
Desde otro punto de vista, un bebé alimentado con biberones
que emplean agua fluorada (0.6-1.2 ppm) puede llegar a consumir hasta 300 veces
más flúor que un bebe amamantado. Bebés y niños excretan menos fluoruro
mediante sus riñones y retienen un 80% del fluoruro ingerido en sus huesos. La
concentración de flúor en los huesos aumenta continuamente durante el curso de
la vida.
De acuerdo con la argumentación expuesta previamente, la
fluoración indiscriminada y masiva de toda la población es una intervención muy
peligrosa para la salud pública. No es razonable y de ninguna manera es
admisible, más cuanto que ha sido demostrado que los fluoruros son responsables
de generar un daño permanente en el desarrollo intelectual de los niños.
Así pues, como médico naturista y por las razones expuestas,
no puedo hacer otra cosa sino desaconsejar el empleo del flúor con vistas a
evitar males mayores. Además, esto lo aconseja también la medicina naturista y
el sentido común.
Fuente: http://www.mediconaturista.org/
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