La salud, al igual que la libertad o el amor, y a semejanza de un lirio silvestre, es un bien precioso, pero frágil, que no se puede conservar si no se sabe cuidar.
El aumento progresivo de la esperanza de vida está
propiciando que la población mundial esté envejeciendo rápidamente, hasta el
punto de que en apenas cinco años, y por primera vez en la historia, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que el número de personas mayores
de 65 años superará al de niños menores de 5 años.
Se calcula que en el 2050 habrá más mayores de 65 años
que niños menores de 14 años.
La OMS recuerda que para tener buena salud en la vejez
es necesario haber gozado de buena salud en las etapas anteriores de la vida.
De ahí la necesidad de crear una cultura
del envejecimiento responsable y del cuidado de la salud activo.
La Salud Pública esta obligada a recuperar
la concepción de la Medicina Naturista, de tradición Hipocrática, la gran
olvidada a causa de la moderna medicina asistencial, si quiere llegar a lograr
este objetivo con suficiencia y holgura.
La Medicina Naturista representa aquella
concepción de la medicina que procura los recursos necesarios para obtener el
equilibrio psicofísico mediante la “Vix Medicatrix Naturae”, o fuerza de la
naturaleza humana que de forma natural procura el equilibrio orgánico y por
ende la salud.
Nutrición, descanso, ejercicio, helioterapia,
armonía psicosocial, afectos, motivaciones, hidroterapia, restricción calórica… todos estos son recursos, sencillos a la vez que eficaces, que tienen como objeto facilitar el cuidado de la salud propia, como requisito imprescindible
para mantener la realización personal en el tiempo.
Depositar la responsabilidad
de la salud propia en manos ajenas es el distintivo y la primera señal de perdida de salud. Esta actitud es la puerta de entrada regia a la limitación de la autonomía personal.
Ahora bien, envejecer depende
de muchos factores, pues la capacidad funcional del sistema biológico de un
individuo aumenta durante los primeros años de vida, llega a su punto álgido al
principio de la edad adulta y luego disminuye de forma natural.
La velocidad de ese deterioro está
determinada, al menos en parte, por la conducta y comportamiento a lo largo de
la vida, es decir, la alimentación, la actividad física que se haga y lo
expuestos que estemos a riesgos para la salud, como el tabaquismo, el consumo
nocivo de alcohol o la exposición a sustancias tóxicas.
En conclusión, no eres sino tú quien decide como y en qué emplear el tiempo, mientras aún te hallas en condiciones de poder elegir.